A modo de presentación

El amor a la fotografía ha creado este club en el que cada uno, en mayor o menor grado, es poseedor de un trauma que le hace tan especial que si cualquiera de los componentes de este club no hubiese estado ese día, esto no habría sido posible. Desde ese amor y siempre con humor y respeto compartiremos imágenes y pensamientos.


jueves, 10 de abril de 2008

Me gustan las velocidades (de obturación) lentas
























Desde que la fotografía liberó a la pintura de la obligación de representar la realidad, además de interpretarla, ha pasado mucho tiempo y en ese recorrido, la fotografía ha evolucionado hasta campos insospechados y ahora da un paso más gracias al mundo digital, que a su vez, libera a la fotografía “tradicional” de la obligación de representar la realidad.

Esta interpretación de la realidad siempre ha existido, pero se ha mantenido en la mayoría de los casos dentro de unos límites, limites marcados por el arte figurativo* en muchos casos cercano al realismo, en los que había que reproducir lo fotografiado con nitidez; una nitidez que había que conseguir tanto con el enfoque, como con velocidades suficientemente rápidas para congelar cualquier movimiento. Claro está que hemos utilizado la profundidad de campo para centrar la atención del espectador y el que algún elemento de la imagen estuviese ligeramente movido para dar vida a la foto.

Las velocidades (de obturación) lentas, se aproximan a la cinematografía ofreciéndonos múltiples posibilidades para crear nuestras imágenes.

Al igual que el movimiento proporciona al cine su dimensión con el movimiento interior al plano, el de la propia cámara y la velocidad en el momento de capturar o reproducir la imagen, la fotografía se vale también de esta forma de plasmar la cuarta dimensión.

Convertir los sujetos, los puntos de luz y las sombras en líneas, además de poder transparentar, diluir difuminar y multiplicar los elementos que aparecen en la imagen son algunas de las opciones que nos ofrece las velocidades (de obturación) lentas.

Aunque las opciones que nos ofrece la fotografía digital en la postproducción nos permiten realizar múltiples efectos no pueden acercarse a la unicidad de la imagen tomada con una velocidad lenta, que por múltiples factores, siempre será una imagen única e irrepetible, en algún grado más única e irrepetible que cualquier imagen capturada por una cámara fotográfica.


Hekival.

*Este término se usa para referirse a la representación de imágenes reconocibles del mundo que nos rodea.

3 comentarios:

Foto Trauma Club dijo...

... Amigo Fotógrafo,
me gustan las velocidades lentas por que manifiestan el movimiento de la escena y del fotógrafo, el movimiento de la naturaleza y de las ideas, el desplazamiento del motivo con respecto al eje óptico, tu propio desplazamiento.
Millones de fotones y quantas invadiendo película o sensor con trazos luminosos intencionados que dibujan una fracción del espacio tiempo de marera anárquica u ordenada, todo un placer.
Secciones de luces y sombras de un pasaje que se muestra volátil frente a nuestro objetivo y que logramos rescatar con nuestra cámara oscura y nuestra mente abierta.
Algo irrepetible, refrescante, una "instantánea" única para toda una eternidad, una de las innumerables técnicas fotográficas al alcance de cualquier aficionado, desarrollada desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días por los grandes maestros, Talbot , Niepce, Man Ray, Irving Penn, Helmut Newton, Richard Avedon, etc.
... sé libre, sé luz y sé sombra, amigo fotógrafo.
Click!Recibe un cordial saludo,atentamente,
MMM

Foto Trauma Club dijo...

"Instantáneas" que recogen segundos o incluso minutos, horas... no deja de ser paradójico.

El hecho de que la humanidad inventase/descubriese/crease la Fotografía no es más que consecuencia inevitable de su propia lucha existencial. Nos caracterizamos como especie por la búsqueda incesante e incansable del sometimiento del mundo que nos rodea. El empeño por "fijar las sombras" es para el ser humano tan natural como la osadía y la voluntad de los pioneros de la aviación por vencer a la gravedad. Así como logramos volar, también logramos crear la técnica fotografía. Era cuestión de..., no aún no voy a decirlo.


La fotografía, como la pintura o cierto tipo de literatura, es la batalla del hombre contra un enemigo imposible de doblegar: el tiempo. Una batalla perdida antes de librarla. Terrible y cruel, nos destruye implacable, nos mata literalmente en cada uno de sus segundos. Nuestro pequeño triunfo es el poder de robarle su más pura esencia: su continuo fluir.

Para el hombre prefotográfico (o prepictórico) la vida se escapa igual de irremediablemente. Pero el fotógrafo (o el pintor) puede siempre gritarle al tiempo que se joda, agarrarlo en su puño y congelarlo para siempre. ¿Puede haber algo más atemporal que eso?


Pero la cosa va más allá. Otra vuelta de tuerca. ¿De qué iba la cosa? ¡Ah, sí! Exposiciones largas.

Cuando el tiempo me haya derrotado a mí también, le contaré al fantasma de Durero que tras irse él no nos conformamos con representar una realidad tridimensional en un lienzo bidimensional. Le fascinará saber que el fotógrafo puede ir más allá. Cuatro dimensiones capturadas en dos.


Pensando en velocidades lentas recordé una foto que todos hemos visto alguna vez. Me refiero a la habitual exposición de unos minutos al cielo nocturno en que las estrellas dejan de ser puntos (adimensionales por tanto) y pasan a ser trazos. Trazos cuya dimensión real no son centímetros en el negativo, sino segundos de tiempo disfrazados de arcos circulares de luz. Un retrato del tiempo. Que se joda.

Somos una especie intelectualmente notable, pero dudo que hubiésemos hecho abstracción de la idea de "tiempo" si a cada día no le siguiese una noche y las estaciones se sucediesen. El tiempo es para mí un concepto tan puramente astronómico, que la famosa exposición de la bóveda nocturna es lo más parecido a un primer plano suyo.

No se, quizá diga esto porque mis inquietudes pasaron por la astronomía antes de aterrizar en la fotografía. Hubo un ... tiempo (ya me da reparo usar la palabra) en que quería contemplar el universo. La astrofotografía me fascinaba entonces profundamente. Yo quería poder asomarme así al universo.


Eso, claro, fue antes de comprender que el universo está más cerca de lo que creía entonces. Antes de comprender que para fotografiarlo no hay más que echarse la cámara al hombro. Y mucho antes de ni tan siquiera adivinar que nuestro verdadero poder no está en captar lo que nos rodea sino en interpretar el mundo a través de la cámara.

Pero eso lo dejo para otro momento. Como se dice por ahí, "hay más días que longanizas". Y que se joda el tiempo.

Megreth

Anónimo dijo...

La fotografía tiene la capacidad de detener y atrapar el tiempo en un preciso momento y dejarlo "plasmado", inmóvil, quieto eternamente a la espera de que alguien lo recupere pero la magia de la fotografía no termina aquí, no......la fotografía también tiene esa maravillosa capacidad de transportarnos a épocas pasadas que quizá fueran mejores.
Nunca habéis experimentado esa sensación de encontrar una foto de un día que no recordabáis y, de pronto, sentir como si estuvierais dentro de la foto?

Pero lo más bonito de este poder es encontrar una foto de alguien que hace tiempo que no ves, que quizá ya ni siquiera esté o que tu cerebro había relegado al olvido y sentir ese escalofrío que sentías cuando te miraba con esos ojos que te perdían, oler su aroma cuando estaba cerca, escuchar su risa e incluso notar esa manera de acariciarte mientras sonreía....

Lo mágico de la fotografía es que nos permite seguir vinculados a momentos, personas y lugares que una vez nos hicieron felices y dicen que nada/nadie muere de verdad mientras sigamos recordando, así que gracias fotografía por darnos de beber el elixir de la vida eterna.

Lu